Los profesores, sin vosotros,
padres y madres, no somos nadie.
El 22 de mayo me manifesté, en la población donde doy clase, contra los
recortes a la Educación Pública , éramos cuatro gatos
(oído en el pueblo ese día) pero hicimos lo que creíamos que teníamos que
hacer. Por la tarde, en Murcia, ya no éramos cuatro gatos, llenamos la Gran Vía y otras vías aledañas.
Pero un día antes no sabía si hacer huelga. ¿Cómo es posible que dudara
alguien que, a todas luces, está en contra de los recortes?
Las razones son simples, pero quizás complejas de explicar sin meter la
pata. La noche del 20 al 21 no dejé de calentarme la cabeza: Ir a la huelga ¿para qué y por quién?
¿Debo de ir a la huelga por los padres y las madres? Pero si no nos apoyan.
Seguro que tendrán sus buenas razones, y yo no soy quién para juzgarlas, pero
la realidad es que no salen mayoritariamente en las manifestaciones, no se
quejan de los recortes educativos en público, sus representantes no presentan
escritos a los políticos o a los medios de comunicación…
¿Debo de ir a la huelga por mis compañeros interinos? Pero si muchos no van
a la huelga por no perder un dinero que ciertamente van a necesitar cuando
estén sin trabajo. Y yo me solidarizo con ellos, pero yo también tengo que
pagar una hipoteca.
¿Debo de ir por mis condiciones laborales? Seamos serios, con lo que está
cayendo, por trabajar tres horas más, por tener más alumnos en clase… yo no me
pongo de huelga.
¿Me afectará? Si. ¿Bajará la calidad de mi trabajo? Si. ¿Me preocupa en
exceso estás nuevas condiciones laborables? No y si.
No, porque que las cosas van mal para todos. Pero si, si que me preocupa
trabajar tres horas más, si que me preocupa tener más alumnos en clase, si que me
preocupa… porque me preocupan los alumnos.
Me creerán, o no me creerán, pero sus hijos me importan. Y también me
importan mis hijos, porque yo también soy padre y tengo la seguridad de que por
mis hijos también se preocupan sus educadores.
Por eso finalmente fui a la
huelga. Porque a nuestros hijos les va a ser más difícil estudiar de lo que me
fue a mi. Las tasas universitarias se disparan, nuestros hijos no podrán fallar
nunca porque no tendremos dinero para pagarles una segunda oportunidad. Las
condiciones para acceder a una beca se endurecen, yo estudié gracias a las
becas, nunca fui el primero de la clase, pero gracias a las becas, poco a poco
terminé mi carrera. Las ayudas para libros o el transporte escolar se restringe…
Y a todas las anteriores, que afectarán a “su bolsillo”, hay que sumar el
deterioro de la calidad de la enseñanza. Los profesores tendrán que mantener el
orden e impartir clase en aulas más masificadas, porque nuestros hijos no son “mala
gente” pero se comportan en el aula (y seguro que también en sus casas) de
manera distinta a como lo hacíamos hace unos 30 años ¡imagínense 36 alumnos de la ESO , obligados a permanecer hasta los 16 años estudiando,
encerrados en aulas diseñadas para menos alumnos! Los profesores tendrán que preparar
más asignaturas, por lo tanto sacarán menos tiempo por asignatura. Los
profesores tendrán que conocer/ayudar/orientar/evaluar a muchos más alumnos, y enseñar/examinar
a unos 180 alumnos no es lo mismo que enseñar/evaluar a unos 240 alumnos
(cálculo aproximado para mi especialidad).
En fin, ustedes verán. Yo creo que
tendrían que protestar y tendrían que obligar a movilizarse a sus
representantes, porque no es justo que nuestros hijos tengan menos
posibilidades de las que tuvimos nosotros. El futuro de todos nosotros no tiene
buena pinta, pero “no jodamos el futuro de nuestros hijos”. Así que, sin
extenderme más, les dejo con el eslogan de la manifestación que más me gustó:
“Son
vuestros hijos, son vuestros nietos. No podéis, quedaros quietos”
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